Csikszentmihalyi luego de estudiar a diferentes profesionales: artistas, científicos, deportistas… para tratar de entender qué les hacía entregarse tanto o por qué lo hacían con tanto esfuerzo sin que hubiera necesariamente un reconocimiento económico o social. Encontró que casi todos ellos coincidían en experimentar un estado diferente a lo que sucede en la vida cotidiana. Era un estado de éxtasis en el que los pasos iban surgiendo con fluidez, de ahí que lo bautizara como “experiencia de flujo”. El motivo es fácil: cuando estamos atentos a lo que estamos haciendo con una altísima concentración dejamos de darle vueltas a la cabeza, a los problemas, a si tenemos hambre o si el siguiente fin de semana tengo una visita que no me apetece demasiado. En el fondo, un estado de flujo nos conecta con el puro presente, pero requiere de un cierto esfuerzo que debemos poner en juego. Por eso, no es de extrañar que cuando se analizó a personas cotidianas en qué momento entraban en dicha sensación los de menor intensidad eran en los que nos apalancamos frente al televisor. Sin embargo, cuando mantenemos conversaciones estimulantes, cuando desarrollamos una afición que nos reta o cuando trabajamos en algo que nos gusta, entramos en ese dulce trance del flujo que nos hace sentirnos un poquito más felices.
Las 7 características de la experiencia de Flujo son:
- Concentración: necesitamos centrar la atención en algo. Si nos distraemos con las preocupaciones, es muy difícil que entremos en dicho estado. Por ello, la tarea que hagamos ha de requerir altos niveles de atención.
- Diferencia: la sensación de fluidez nos hace sentirnos fuera de la realidad diaria ya que formamos parte de algo más grande o al menos, distinto, como sucede cuando terminamos una conversación animada con los amigos. Se crea un espacio distinto al que vivimos en nuestras casas.
- Claridad: sabemos qué hay que hacer en cada momento y cómo hay que hacerlo. De ahí que sea especialmente importante tener indicadores de satisfacción, como el grado de disfrute que hayamos podido tener.
- Capacidad: somos conscientes de que la tarea es realizable y que tenemos las habilidades necesarias para conseguirlo, aunque nos cueste. Curiosamente, el estado de flujo surge cuando hay un reto que nos obligue a dar lo mejor de nosotros mismos, aunque sea solo en el grado de atención que podamos poner.
- Serenidad: no existen preocupaciones, porque estamos en el aquí y en el ahora.
- Atemporalidad: el tiempo pasa rápido. Y si no, recuerda cuando te lo estás pasando bien si miras con frecuencia al reloj.
- Recompensa interna: cuando una tarea nos hace entrar en estado de fluidez, no es necesario una recompensa externa. El premio es la propia experiencia.
El reto personal es saber qué tareas nos facilitan llegar a ese estado o cómo podemos unir los ingredientes necesarios para conseguirlo. La felicidad tiene que ver con este tipo de decisiones que nos ayudan a fluir.
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