martes, 27 de junio de 2017

El Conductivismo: La industria de la felicidad

Williams Davies en su libro "La industria de la felicidad" contestó nuestras preguntas con su habitual atención a los matices. "En realidad, debatir con las élites es posible, pero los presidentes y directivos de grandes corporaciones solo aceptan dialogar cuando no ven otra salida. Escuchar a los demás es un proceso desafiante e impredecible, por tanto lo tiene todo para desembocar en resultados que no les interesan. Prefieren apostar por el control psicológico a través de mensajes cuidadosamente construidos que arriesgarse a terminar en la democracia igualitaria", explica. El libro traza un profundo recorrido histórico, que arranca en la preocupación social de Jeremy Bentham (1748-1832), padre del utilitarismo, inventor del panóptico y pionero en imaginar el teléfono y la Seguridad Social.

Con el paso del tiempo, la búsqueda de la máxima felicidad ha sido colonizada por partidos y corporaciones que intentan manipular a la sociedad en vez de satisfacer sus necesidades

Las élites actuales se han enamorado del conductismo, una doctrina basada en predecir el comportamiento de los animales, que se aplica también a las personas. "El interés por el conductismo nace de la paranoia, de la preocupación extrema por cómo podría actuar la gente. Los expertos prometen a sus jefes convertir a las reacciones de la población en algo predecible y controlable, que es una oferta que suena muy reconfortante si estás en una posición de poder y no puedes o no quieres comunicarte directamente con ‘las masas’. En ese sentido, el conductismo es una alternativa a la democracia", denuncia.

El enfoque conductista es efectivo muchas veces, pero no siempre. La clase dominante, según explica Davies, ha terminado encerrándose en sí misma y confundiendo sus deseos con la realidad. "Las sorpresas políticas del 2016, desde la elección de Trump hasta el Brexit, son el resultado de una crisis de las élites que se ha ido fraguando en los diez últimos años. La debacle financiera fue un momento clave, combinada con los avances tecnológicos, que airearon las miserias de muchas figuras públicas; Los populistas explotan este tipo situaciones de manera muy efectiva", apunta.

Davies no es el único autor interesado en democratizar los centros de poder, ni tampoco en denunciar el simplismo del pensamiento positivo, que domina gran parte de los mensajes de las élites. "Admiro ensayos como 'El desengaño de Internet' (Evgeny Morozv) y 'Sonríe o muere' (Barbara Enrenreich). También me interesan los análisis sobre la crisis del capitalismo de autores como Mauricio Lazzarato, Franco Berardi 'Bifo' y Wolfgang Streeck. ¿A qué conclusiones llegan? Señalan que el capitalismo actual se muestra incapaz de generar esperanza".


 'La industria de la felicidad' describe un entramado cuyo objetivo no es solucionar nuestros problemas cotidianos, sino fomentar el consumismo y la obediencia social, dos actitudes que hacen sentir a las élites mucho más tranquilas y seguras. Además, se ha sacralizado el culto a la competición, olvidando las ventajas de la cooperación.

Un mérito mayúsculo de este ensayo es que no se limita a cuestionar, sino que identifica opciones para salir del atolladero social. Entre ellos, las apuesta por las cooperativas, la lucha contra la desigualdad económica y los límites a la saturación publicitaria.

 El problema con buscar alternativas es que son de construcción lenta, requieren mucho tiempo, esfuerzo y compromiso personal. No está claro que sean muy efectivas, ni que tengan satisfacción creciente, ya que dependen de la voluntad en construir relaciones sociales significativas. Pasa como en política: organizar comunidades es una manera genial de ayudar a que las personas nos comprometamos con la democracia, pero no sirven necesariamente para gobernar una sociedad entera.Dicho esto, necesitamos esperanza. No se puede cuestionar o atacar un sistema sin explicar qué soluciones defiendes. Necesitamos un plan a gran escala para apoyarnos y cuidarnos. Es preferible implicar a la gente que manipularla o clasificarla. Nunca sabremos si otro modelo social es posible hasta que lo intentemos en serio".